Los vecinos de entrada nos veían como una invasión y nuestra avalancha les quitaba la tranquilidad. En las casas maternas nunca se usaron cerraduras. Primos y amigo, al igual que nosotros, entraban y salían. Además siempre tuvimos perros y gatos.
Los vecinos al principio nos odiaban; pero cumplido el plazo, cuando nos íbamos a mudar, visitaban a mi madre y le pedían que no nos fuéramos; y no por nosotros, por supuesto, sino por ella que siempre se daba la manera para regalar sonrisas, dar buenos consejos, y resolver los innumerables problemas de sus hijas e hijos, los sobrinos y hasta los vecinos…
Encarnó el auténtico significado de lo que es ser una buena persona, los sesenta minutos de cada hora del día. Desde el viernes 29 de julio de 2016 ya no está más con nosotros. Sé que ella era muy querida, porque supo querer… A todas y a todos los familiares, amigos, desconocidos, etcétera, que nos han mandado su buena vibra, les envío un abrazo agradecido...