En el cruce de los siglos, el 8 de diciembre del 2000, cuando nos
reunimos para hacer este homenaje a John Lennon vislumbrábamos un mundo en el
que los derechos humanos podrían llegar a todos sus habitantes: norteños o
sureños, occidentales u orientales, negros o blancos, indígenas campiranos o
aborígenes de las urbes...; a todos insisto: mujeres, niños, ancianos; no sólo
a los hombres primermundistas que tuvieran trabajo fijo y salario digno...
Imagina
Lennon, habitante de un mundo para todos
El inicio de este
siglo y del milenio nos azotó la puerta en las narices: terror, guerra: aviones
usados como misiles, misiles contra los aviones y contra los pueblos; rencores,
odios, fundamentalismo, intolerancia, mercado, dinero...
Tales horrores redimensionan
el mensaje de Lennon: la posibilidad de un mundo de iguales, para ser
compartido; un mundo en el que ninguna razón, ninguna creencia, ninguna idea
convoquen a matar o a hacerse matar: ni religiones, ni fronteras, erradicar que
alguien pueda morir por hambre o explotación.
Sustituir al ser
humano por el ser hermano,
construir un mundo para todos, del que todos disfrutemos. Sin fronteras a la
diferencia, al otro; respetándole su cultura —en
tanto él como nosotros respete los derechos humanos de los demás—, ése es el
legado siempre actual de John Lennon, y lo resume en uno de los más grandes
cánticos del siglo XX, resumen de sus heroicos (y derrotados) años 60:
Imagina que no existe el paraíso
—inténtalo, no es difícil—sin infierno
bajo nuestros pies
y encima, sólo nubes, cielo
Imagina a toda la gente
viviendo el aquí y el ahora (ah, ja,
ja ajá)
Imagina que no hay patrias
—no cuesta trabajo hacerlo—
nada por qué matar o dejarse morir
ni siquiera por las religiones
Imagina a toda la gente
viviendo su vida en paz (ah, ja, ja
ajá)
Dirás que soy un soñador
pero no soy el único
espero que te nos unas
para construir un mundo diferente
Imagina que no hay posesiones
—sé que puedes hacerlo—
sin necesidad de acumular ni de pasar
hambre
La hermandad de la humanidad
Imagina que todos, todos
pudiéramos compartir el mundo
Dirás que soy un soñador
pero no soy el único
espero que te nos unas
y hagamos un mundo para todos.
(Versión/MM)
...Ya imaginaste ese nuevo planeta,
ahora vamos a construirlo, ¿no?; comencemos por conquistar la paz hoy machacada
por los señores que aquí y allá se regodean con la guerra...
Volviendo la vista al siglo que hoy
termina puede verse antes que nada un cúmulo inmenso de desarrollos
tecnológicos: el tránsito de la sociedad que se movía en carruajes a la que
circula hoy en las supercarreteras de la red.
Las ciudades se
masificaron; crecieron los satisfactores de consumo, mas no la claridad para
comprenderlos. El hambre y el descontento (particularmente de los jóvenes,
sector sensible a la ausencia de futuro) también crecieron.
La sociedad perdió la
brújula. Las enfermedades de la sociedad de consumo comenzaron a privar:
depresión, afecciones cardiacas, obesidad y su hermana la anorexia,
narcotización, tabaquismo y otros ismos, sida, y un vasto etcétera.
¿Y los valores?
Comenzamos a clonar
seres antes de preguntarnos si esto es en bien del ser humano o no. Nos metemos
en la casa del vecino por la red sin su consentimiento. El Estado al tiempo que
adelgaza en su procuración de bienestar sofistica su capacidad de vigilancia; a
veces se alía con el crimen y combate con más denuedo al pensamiento libre, que
a las conductas antisociales.
¿Y los valores?
Más de dos mil años
hubimos de andar por los caminos para aprender a que tenemos que tolerar, a
respetar al otro lo que queremos que se nos respete a nosotros mismos, a
defender los derechos de los otros, mujeres y hombres.
Los conceptos de
hombre, democracia, derechos humanos, ciudadano, los heredamos de la Revolución
Francesa; pero ésta cumplió ya más de 200 años. Hoy es necesario fundar un
nuevo concepto para todos los seres que habitamos la tierra. Una nueva forma de
englobar a los que hasta hoy en su diferencia se ha disminuido: los pobres, los
aborígenes, los desvalidos, los niños, los ancianos, las mujeres. Se requiere
de un nuevo concepto en el cual subyagan los mismos derechos humanos para
todos, aún conservando las diferencias (de sexo, de raza, de religión, de
habilidades), un concepto que por lo pronto no sea sexista como el de: hombre.
Mirando al siglo que
hoy fenece, podemos ver que nuestros filósofos hicieron grandes obras del
espíritu, en la ciencia, muchas de ellas en la plástica, en el cine, en la
música, en la literatura y no tanto en los campos poco fértiles de la reflexión
filosófica.
Los pensamientos más
libertarios como los de dirimir en paz los conflictos, quitar las ataduras que
impedían amarse; la igualdad, la defensa de la naturaleza, la finalización a la
opresión de las mujeres... confluyeron por primera vez en mucha gente a lo
largo y a lo ancho del mundo a finales de los sesenta (entre 59 con la
revolución cubana, pasando por el mundial 68, hasta 73 con el golpe militar en
Chile, por ponerle algunas acotaciones un tanto arbitrarias) cuando el sueño terminó.
Los filósofos se armaron de guitarras, de poesía y se lanzaron al mundo.
Uno de ellos, sin
duda símbolo de la década que marcó al siglo que hoy termina fue John Lennon.
En él se condensan los mejores mensajes de tantos y tantos jóvenes de todo el
orbe, que sólo buscaron realizarse en el trabajo y con sus seres queridos, con
honestidad y sin marginarse de la obra del hombre, es decir, de la cultura.
Primero con los
Beatles abanderó la revolución musical (y conductual) del siglo XX. Luego, como
solista dio continuidad a la búsqueda de un nuevo mundo: “el país conceptual
llamado Locutopía”, el cual carecía de fronteras, de Estado y del que las
personas adquirían ciudadanía sólo por así desearlo.
Su papel, de alguna manera encierra y
proyecta los mejores años del siglo pasado: los sesenta. Nuestra ciudad, que
hoy posee monumentos y plazas dedicadas al francés Víctor Hugo, al alemán
Alexander von Humboldt, no quedaría completa sin el inglés, habitante de un
mundo para todos: John Lennon.
De ahí que hace 20
años un grupo de poblanos le hiciera un homenaje y nombrara al costado del
edificio Carolino (en el Centro Histórico de Puebla): “Plaza John Lennon”, como
se le ha conocido desde entonces; propuesta que este año se oficializó:
En el cruce de los siglos, el 8 de diciembre del 2000, cuando nos
reunimos para hacer este homenaje a John Lennon vislumbrábamos un mundo en el
que los derechos humanos podrían llegar a todos sus habitantes: norteños o
sureños, occidentales u orientales, negros o blancos, indígenas campiranos o
aborígenes de las urbes...; a todos insisto: mujeres, niños, ancianos; no sólo
a los hombres primermundistas que tuvieran trabajo fijo y salario digno...
Imagina
Lennon, habitante de un mundo para todos
El inicio de este
siglo y del milenio nos azotó la puerta en las narices: terror, guerra: aviones
usados como misiles, misiles contra los aviones y contra los pueblos; rencores,
odios, fundamentalismo, intolerancia, mercado, dinero...
Tales horrores redimensionan
el mensaje de Lennon: la posibilidad de un mundo de iguales, para ser
compartido; un mundo en el que ninguna razón, ninguna creencia, ninguna idea
convoquen a matar o a hacerse matar: ni religiones, ni fronteras, erradicar que
alguien pueda morir por hambre o explotación.
Sustituir al ser
humano por el ser hermano,
construir un mundo para todos, del que todos disfrutemos. Sin fronteras a la
diferencia, al otro; respetándole su cultura —en
tanto él como nosotros respete los derechos humanos de los demás—, ése es el
legado siempre actual de John Lennon, y lo resume en uno de los más grandes
cánticos del siglo XX, resumen de sus heroicos (y derrotados) años 60:
Imagina que no existe el paraíso
—inténtalo, no es difícil—sin infierno
bajo nuestros pies
y encima, sólo nubes, cielo
Imagina a toda la gente
viviendo el aquí y el ahora (ah, ja,
ja ajá)
Imagina que no hay patrias
—no cuesta trabajo hacerlo—
nada por qué matar o dejarse morir
ni siquiera por las religiones
Imagina a toda la gente
viviendo su vida en paz (ah, ja, ja
ajá)
Dirás que soy un soñador
pero no soy el único
espero que te nos unas
para construir un mundo diferente
Imagina que no hay posesiones
—sé que puedes hacerlo—
sin necesidad de acumular ni de pasar
hambre
La hermandad de la humanidad
Imagina que todos, todos
pudiéramos compartir el mundo
Dirás que soy un soñador
pero no soy el único
espero que te nos unas
y hagamos un mundo para todos.
(Versión/MM)
...Ya imaginaste ese nuevo planeta,
ahora vamos a construirlo, ¿no?; comencemos por conquistar la paz hoy machacada
por los señores que aquí y allá se regodean con la guerra...
Volviendo la vista al siglo que hoy
termina puede verse antes que nada un cúmulo inmenso de desarrollos
tecnológicos: el tránsito de la sociedad que se movía en carruajes a la que
circula hoy en las supercarreteras de la red.
Las ciudades se
masificaron; crecieron los satisfactores de consumo, mas no la claridad para
comprenderlos. El hambre y el descontento (particularmente de los jóvenes,
sector sensible a la ausencia de futuro) también crecieron.
La sociedad perdió la
brújula. Las enfermedades de la sociedad de consumo comenzaron a privar:
depresión, afecciones cardiacas, obesidad y su hermana la anorexia,
narcotización, tabaquismo y otros ismos, sida, y un vasto etcétera.
¿Y los valores?
Comenzamos a clonar
seres antes de preguntarnos si esto es en bien del ser humano o no. Nos metemos
en la casa del vecino por la red sin su consentimiento. El Estado al tiempo que
adelgaza en su procuración de bienestar sofistica su capacidad de vigilancia; a
veces se alía con el crimen y combate con más denuedo al pensamiento libre, que
a las conductas antisociales.
¿Y los valores?
Más de dos mil años
hubimos de andar por los caminos para aprender a que tenemos que tolerar, a
respetar al otro lo que queremos que se nos respete a nosotros mismos, a
defender los derechos de los otros, mujeres y hombres.
Los conceptos de
hombre, democracia, derechos humanos, ciudadano, los heredamos de la Revolución
Francesa; pero ésta cumplió ya más de 200 años. Hoy es necesario fundar un
nuevo concepto para todos los seres que habitamos la tierra. Una nueva forma de
englobar a los que hasta hoy en su diferencia se ha disminuido: los pobres, los
aborígenes, los desvalidos, los niños, los ancianos, las mujeres. Se requiere
de un nuevo concepto en el cual subyagan los mismos derechos humanos para
todos, aún conservando las diferencias (de sexo, de raza, de religión, de
habilidades), un concepto que por lo pronto no sea sexista como el de: hombre.
Mirando al siglo que
hoy fenece, podemos ver que nuestros filósofos hicieron grandes obras del
espíritu, en la ciencia, muchas de ellas en la plástica, en el cine, en la
música, en la literatura y no tanto en los campos poco fértiles de la reflexión
filosófica.
Los pensamientos más
libertarios como los de dirimir en paz los conflictos, quitar las ataduras que
impedían amarse; la igualdad, la defensa de la naturaleza, la finalización a la
opresión de las mujeres... confluyeron por primera vez en mucha gente a lo
largo y a lo ancho del mundo a finales de los sesenta (entre 59 con la
revolución cubana, pasando por el mundial 68, hasta 73 con el golpe militar en
Chile, por ponerle algunas acotaciones un tanto arbitrarias) cuando el sueño terminó.
Los filósofos se armaron de guitarras, de poesía y se lanzaron al mundo.
Uno de ellos, sin
duda símbolo de la década que marcó al siglo que hoy termina fue John Lennon.
En él se condensan los mejores mensajes de tantos y tantos jóvenes de todo el
orbe, que sólo buscaron realizarse en el trabajo y con sus seres queridos, con
honestidad y sin marginarse de la obra del hombre, es decir, de la cultura.
Primero con los
Beatles abanderó la revolución musical (y conductual) del siglo XX. Luego, como
solista dio continuidad a la búsqueda de un nuevo mundo: “el país conceptual
llamado Locutopía”, el cual carecía de fronteras, de Estado y del que las
personas adquirían ciudadanía sólo por así desearlo.
Su papel, de alguna manera encierra y
proyecta los mejores años del siglo pasado: los sesenta. Nuestra ciudad, que
hoy posee monumentos y plazas dedicadas al francés Víctor Hugo, al alemán
Alexander von Humboldt, no quedaría completa sin el inglés, habitante de un
mundo para todos: John Lennon.
De ahí que hace 20
años un grupo de poblanos le hiciera un homenaje y nombrara al costado del
edificio Carolino (en el Centro Histórico de Puebla): “Plaza John Lennon”, como
se le ha conocido desde entonces; propuesta que este año se oficializó: