Como el cuadro “La noche estrellada”
de Vincent Van Gogh o como la música
de los Beatles (o las
canciones-poemas de Jim Morrison, las desgarradas y emocionales de Janis Joplin, y muchas otras, desde Led Zeppelin hasta José Alfredo
Jiménez cantado por Lucha
Villa o Lola Beltrán), o las desventuras de Kafka y Dostoyewski, o los
cocteles de camarones o los tacos al pastor… desde que atisbé a Antonio Gramsci nunca más salió de
mi vida; como tampoco lo hicieron Einstein, Picasso, Bernardo Bertolluci, José José, Pepe Carvallo y Carlos Marx, por señalar algunos
pocos ejemplos.
Como mi madre, siempre
estuvieron por ahí; a veces sermoneándome, otras compadeciéndome, a veces
reconfortándome, mas siempre mostrando caminos. Pero, los de Gramsci junto con
los de Marx, y quizás los de Lennon, me dieron anclas para sobrevivir y, junto
con el amor, alas para intentar vivir; formaron una especie de esponja que me
posibilitaba seguir absorbiendo sentimientos, conocimiento, saber. Y ¿cuánto
hay que saber? O mejor, ¡cuánto hay que saber!
A mediados del 73 ingresé
a la Facultad de Ciencias de la UNAM y pocos meses después a la inconformidad
estudiantil y por consecuencia, aunque no obligada, un año o dos más adelante
al Partido Comunista Mexicano.
Para el 75-77 tomaba yo
casi tantas materias en las facultades de Filosofía y Letras y de Economía como
en la de Ciencias.
Asistí a varios
seminarios de “El Capital”, tomé clases de Materialismo Histórico y Dialéctico
(así se llamaron entonces) y con varios compañeros fundamos el Seminario
“Ciencia y Sociedad” en nuestra facultad, con el apoyo de grandes estudiosos
como Tomás Brody, Luis de la Peña, Ana María Cetto, Elí de Gortari, Enrique e Ilán Semo, y que luego coordinaron, por cierto, el exrector de la
Universidad Autónoma de Guerrero, Rosalío Wences Reza y el actual rector
de la Universidad de la Ciudad de México, aquí presente, Manuel Pérez Rocha.
Sin embargo, fue hasta la
aparición de la revista Socialismo,
número 2, en la que el compañero Matatías y yo nos encontramos en un texto
(creo que de Gerardo Unzueta) con el concepto “sociedad civil” --hoy de uso muy
común, pero entonces, un enigma--, y que tomé la materia de “Filosofía
política” con Carlos Pereira, que comencé a escuchar leves referencias al filósofo
italiano.
La editorial del Partido
Comunista Mexicano, Ediciones de Cultura Popular, si mi memoria no me engaña,
publicó: Gramsci teórico de las
superestructuras y El partido
político en Gramsci; el primero, un ensayo sobre el intelectual orgánico de
Jacques Texier, el segundo, algunos textos de los Cuadernos de la Cárcel de
Antonio Gramsci, traducidos del italiano, relativos al partido político.
Ya interesado, no como
académico sino como militante de izquierda, en el pensamiento del comunista
italiano, encontré una edición de bolsillo de Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno,
en el que pudimos resolver el enigma de la sociedad civil e interesarnos por
otras ideas de Gramsci, como las de la “Correlación de fuerzas”. Nos toca,
entonces, por unos meses encabezar la instalación de una escuela de cuadros del
partido en el Valle de México, en la que Dora Kanoussi[1] y Javier Mena, entre otros, son entusiastas maestros. Recordemos que
en ese entonces pertenecer al Partido Comunista era perseguido como delito en
México; eran tiempos de la Guerra Sucia, en los que yo mismo fui secuestrado
(pero esa es otra historia y como dice Laura Esquivel, tendrá que ser contada
en otra parte).
Para ese entonces tomaba
y daba seminarios sobre el Manifiesto
comunista, El origen de la familia,
la propiedad privada y el Estado, y hasta sobre algunos capítulos de El Capital que emparentaban con el Por dónde empezar y el Qué hacer? de Lenin. También leíamos a
Marcuse, a Cooper y a Basaglia, además de los manuales de física y matemáticas,
entre muchos otros, y no dejaba de tratar de entender a mi guitarrista
favorito: Jimy Hendrix y a los grupos Pink Floyd y King Crimson, pese a
intentar ser asiduo de las peñas y del canto folklórico y contestatario
latinoamericano. Pero, bueno, no se trata de mi biografía; sobre la intensidad
de mi vida de entonces, son apuntes muy a la ligera.
En esos tiempos, por
alguna razón premonitoria quizás, Dora Kanoussi me regaló El materialismo histórico y la filosofía de
Benedetto Croce en la edición (supongo entonces muy reciente) de Juan
Pablos, correspondiente a la italiana de Togliatti. Pese a que estudiaba
prácticamente las obras de Marx y Engels, al mismo tiempo que las de Lennin;
Gramsci se me hizo vicio. Por ese entonces, en materia de filosofía política
Louis Althusser era la moda. El
debate se deba entre estructuralistas y sus detractores.
Para finales del 78 y
luego de haber paseado por una Europa muy desencantada, habiendo sustituido los
estudios de las ciencias por los de la ciencia política, de regreso en México,
ya inmerso en una juvenil adicción gramsciana, caigo en Puebla en los albores
del 79 atraído como muchos otros por el proyecto de “Universidad democrática,
crítica y popular”, que lideraban los comunistas bajo la rectoría del ingeniero
Luis Rivera Terrazas.
Ahí encontré que habían
llegado muchos intelectuales escapando de las hordas dictatoriales de otros
países de América Latina. Argentina había tenido una muy interesante producción
editorial: los “Cuadernos de pasado y presente” daban cuenta de debates muy
actuales. Hay que recordar que no había Internet, vamos, ni fax ni
fotocopiadoras… y traducir y editar un libro podía llevarse más de un par de
años. En unos de esos Cuadernos, por ejemplo, me convencieron el humanismo y el
historicismo de Gramsci frente al estructuralismo de Alhtusser o al
determinismo estalinista.
Todos estos debates eran
encaminados en Puebla por José Aricó, Óscar del Barco, el uruguayo Héctor Bruno, Juan Carlos Portantiero, Óscar Correas --en materia de
derecho--, el chileno Jaime Massardo, el haitiano Gerard Pierre Charles y algunos otros,
además de los profesores mexicanos. El debate en torno al Eurocomunismo hizo
también circular muchas versiones variadas de los pensamientos europeos. La
Escuela de Frankfort se mostraba como una de las mejor libradas.
Los Cuadernos de
Filosofía y Letras (dirigidos por Óscar del Barco) y también, aunque en menor medida, la revista Crítica, órgano oficial de la
Universidad Autónoma de Puebla, que elaboraban Humberto Sotelo y Ana María
Magaldi, dan cuenta de algunos de estos debates.
Pero no es sino hasta la
llegada de Javier Mena, en 1981, para contribuir a la fundación de la Escuela
de Antropología que se sistematizan los estudios sobre Gramsci. Él inicia
simultáneamente dos seminarios, uno, sobre Gramsci (para obtener la metodología
de análisis, “los cánones de investigación histórica” y política) y el otro,
sobre la formación económico-social mexicana (es decir, la historia de México,
analizada desde esa perspectiva gramsciana, sumergiéndose profundamente en la
historiografía).
Luego de un sabático de
Javier Mena en Italia, en
1983, pasado junto con Dora Kanoussi y una vez
familiarizado con el idioma de Antonio Gramsci, de la mano de la publicación en italiano de los Cuadernos de la Cárcel en la edición
crítica del Instituto Gramsci, a cargo de Valentino Guerratana, tuvimos que
desechar los viejos libros de la editorial Juan Pablos, que correspondían a la
selección de Togliatti, para pasar a cotejar con el original en italiano. Este
análisis y ordenamiento de los Cuadernos fue sin duda para nosotros un salto
cuántico en los estudios gramscianos, mucho tiempo antes de ser editados en
español.
Los analistas de Antonio
Gramsci lo habían hecho
pasar por ser considerado de varias maneras: el alumbrador del “intelectual
orgánico”, el analista del “folklore y las culturas populares”, el “teórico de
las superestructuras”, el “teórico del Estado, suma sociedad civil-sociedad
política”, el del principio de “hegemonía”, que si es económica no puede no ser
política y viceversa, y, por tanto, también ideológica
Apenas se vislumbraba el
del “bloque histórico” entre estructura y superestructura; que también cobra
cuerpo entre clases y grupos sociales.
El americanismo y la
globalización quedaban para un poco más adelante.
Para entonces la vida
había dado muchas vueltas. La izquierda universitaria en Puebla entraba en
crisis por agobio económico del gobierno y por no tener la claridad suficiente
de ver hacia dónde ir. El Partido Comunista –luego de una breve etapa
legalizado-- dejaba de existir fusionado con otras fuerzas para dar origen al
Frente Democrático Nacional, encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas, al que según las versiones de todos los partidos de
oposición, incluyendo el de derecha, el PAN, hoy gobierno, le arrancaron el
triunfo en 1988 mediante un fraude electoral. (Análisis que también incluye
Gramsci libro 5, pág. 81)
Los seminarios, por
cierto se llamaban “Talleres”, de Gramsci y de la Formación económico social
mexicana, pasaron dos años de intensos trabajos y dieron por resultado una
interpretación de la historia mexicana (en la que ese proceso de revolución
restauración iniciado con las luchas de Independencia de 1810, con una nueva
oleada revolucionaria dada por el movimiento de Reforma y los subsecuentes
impulsos de la Revolución Mexicana y el Cardenismo, no había logrado aún el
cambio civilizatorio completo, la reforma moral e intelectual que colocara a
México a la par de las democracias capitalistas occidentales. En todas esas
sacudidas las soluciones fueron gatopardistas (“Que todo cambie, para que todo
siga igual”) en las que no triunfaron ni Hidalgo ni Morelos, ni Juárez ni
Comomfort, ni Villa ni Zapata, sino la restauración imperial, el Porfiriato y
la Revolución Institucionalizada o el Partido de Estado).
El Taller sobre Gramsci,
logró en algo difundir su pensamiento entre los grupos de alumnos que lo
cursaron y, de rebote, tocó a otros maestros. Se analizaron sus obras y las de
algunos de los especialistas en ella, como Guisseppe Vacca.
Ahí concluimos en la
dificultad de esquematizar o manualizar el pensamiento tan concreto, es decir,
sistémico, que pasaba de la economía a la política y a la filosofía (se
“traducía”; es decir, un significado económico, tenía también un significado
político e incluso un significado filosófico y viceversa –pero no de manera
mecánica--); esto en sus interconexiones momentáneas, según el análisis de
situaciones históricas concretas (y también políticas, entendidas éstas como
historia en acto).
El análisis de los
procesos reales de Revolución, de sustitución de una civilización por otra,
construida sobre nuevos principios hegemónicos, como la Revolución francesa (la
clásica), el Risorgimiento italiano, la llamada vía jünker de los alemanes y la
Revolución industrial inglesa, con sus oleadas revolución-restauración, que
tardaron más de un siglo en conseguir sus objetivos, financiados en gran medida
con el saqueo de las colonias en África, Asia, América Latina, etcétera.
(Gramsci continuamente recuerda las palabras de Engels: “Ninguna sociedad puede plantearse objetivos que
no esté lista para resolver”).
Para este esfuerzo ya se
había aunado con decisión la revista Dialéctica,
de la Escuela de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Puebla, con
el trabajo de codirección del filósofo Gabriel Vargas Lozano, quien contribuyó
con entusiasmo intelectual al debate y la divulgación del pensamiento
gramsciano.
Parte de los estudios
realizados quedaron plasmados en dos libros muy interesantes: El concepto de Revolución pasiva en Gramsci,
de Dora Kanoussi (quien es
profesora visitante en la BUAP) y Javier Mena (el titular de la
materia). Y Gramsci y la Revolución
francesa (textos de los Cuadernos de
la cárcel, seleccionados y traducidos por Mena, con motivo del bicentenario
de la revolución más clásica y mejor estudiada históricamente, la francesa).
En el primero, en
términos teóricos, en el segundo, en tanto constatación histórica, se ponen en
movimiento el conjunto de los conceptos planteados en la concepción gramsciana:
Revolución-restauración; dialéctica de Estructura y superestructura y su
síntesis superior: el Bloque histórico; lucha de clases y Hegemonía; dialéctica
sociedad política-sociedad civil, igual a Estado; intelectuales, transformismo,
intelectuales orgánicos, ideologías… Revolución cultural, Reforma
moral-intelectual, Cambio civilizatorio.
Luego comenzó la larga tarea
de publicar los seis volúmenes de los Cuadernos
de la cárcel en la versión del Instituto Gramsci, encabezados por Valentino
Gerratana, en español, la cual según solapas arrancó en 1981 y se completó
hasta 1999-2000, gracias al empuje de Dora Kanoussi y a la
colaboración de mucha gente, en especial a los sellos editoriales de la
Universidad Autónoma de Puebla y la editorial ERA y especialmente a la sección
mexicana del Instituto Gramsci.
Dos libros más habrían de
sumarse, en ayuda al conocimiento de Gramsci el hombre y de su obra: la
biografía de Antonio Gramsci, de Guisseppe Fiori y las Cartas desde la cárcel (2003), que fueron publicados con la
colaboración de las instituciones señaladas.
Por mi parte, como ya
expliqué al inicio, hace poco más de 15 años me metí a la chinga de iniciar un
periódico que fuera ético, plural y democrático todavía en tiempos del Estado
de partido único, de PRI-gobierno y, en Puebla, bastión de una prensa sometida,
así que sólo he mantenido desde entonces relación mínima con las aulas, dando
conferencias esporádicas, coordinando talleres de periodismo y talleres
literarios, de los que han salido por cierto buenos reporteros y excelentes
novelas y libros de cuentos y poemas.
Así que, insisto, no
consideren ésta como una intervención académica, sino, en el mejor de los
casos, como una muestra de cómo en lo individual puede uno, y lo debe, cambiar
los principios éticos y políticos y --no sin sacrificios claro, o mejor, sin
aparentes sacrificios--, actuar coherentemente con ellos.
Este es un mensaje para
los jóvenes estudiantes: no se vendan.
No hagan locuras
dogmáticas e irracionales, no dejen de hacer lo que les gusta (mientras no
dañen a nadie, ni pasen por encima de los derechos de otros); pero no se
vendan.
Dora
Kanoussi nació en Grecia. Es antropóloga y estudiosa de
Antonio Gramsci así como del feminismo teórico. Actualmente
trabaja como investigadora en el posgrado del Instituto de Ciencias y
Humanidades de Puebla, México.
Es autora de numerosos libros y artículos sobre la vida y obra de Antonio Gramsci, y ha sido invitada a congresos celebrados en diversos países. Es una de las mayores expertas a nivel mundial sobre la figura del pensador italiano.
Es autora de numerosos libros y artículos sobre la vida y obra de Antonio Gramsci, y ha sido invitada a congresos celebrados en diversos países. Es una de las mayores expertas a nivel mundial sobre la figura del pensador italiano.
Algunos de sus libros (la mayoría publicados por la
BUAP y Plaza y Valdés) Notas sobre el
maquiavelismo contemporáneo; Una
introduccion a los Cuadernos de la cárcel; Subjetividad y cultura 17; La crisis en el mundo de hoy; Gramsci en Río de
Janeiro;
Estudios
gramscianos hoy; Gramsci
en América.