miércoles, 7 de diciembre de 2016

John Lennon, un homenaje*

En el cruce de los siglos, el 8 de diciembre del 2000, cuando nos reunimos para hacer este homenaje a John Lennon vislumbrábamos un mundo en el que los derechos humanos podrían llegar a todos sus habitantes: norteños o sureños, occidentales u orientales, negros o blancos, indígenas campiranos o aborígenes de las urbes...; a todos insisto: mujeres, niños, ancianos; no sólo a los hombres primermundistas que tuvieran trabajo fijo y salario digno...
Imagina
Lennon, habitante de un mundo para todos


El inicio de este siglo y del milenio nos azotó la puerta en las narices: terror, guerra: aviones usados como misiles, misiles contra los aviones y contra los pueblos; rencores, odios, fundamentalismo, intolerancia, mercado, dinero...
Tales horrores redimensionan el mensaje de Lennon: la posibilidad de un mundo de iguales, para ser compartido; un mundo en el que ninguna razón, ninguna creencia, ninguna idea convoquen a matar o a hacerse matar: ni religiones, ni fronteras, erradicar que alguien pueda morir por hambre o explotación.
Sustituir al ser humano por el ser hermano, construir un mundo para todos, del que todos disfrutemos. Sin fronteras a la diferencia, al otro; respetándole su cultura —en tanto él como nosotros respete los derechos humanos de los demás—, ése es el legado siempre actual de John Lennon, y lo resume en uno de los más grandes cánticos del siglo XX, resumen de sus heroicos (y derrotados) años 60:



Imagina que no existe el paraíso
—inténtalo, no es difícil—sin infierno bajo nuestros pies
y encima, sólo nubes, cielo

Imagina a toda la gente
viviendo el aquí y el ahora (ah, ja, ja ajá)

Imagina que no hay patrias
—no cuesta trabajo hacerlo—
nada por qué matar o dejarse morir
ni siquiera por las religiones

Imagina a toda la gente
viviendo su vida en paz (ah, ja, ja ajá)

Dirás que soy                un soñador
pero no soy el único
espero que           te nos unas
para construir un mundo diferente

Imagina que no hay posesiones
—sé que puedes hacerlo—
sin necesidad de acumular ni de pasar hambre
La hermandad de la humanidad

Imagina que todos, todos
pudiéramos compartir el mundo

Dirás que soy                un soñador
pero no soy el único
espero que           te nos unas
y hagamos un mundo para todos.

(Versión/MM)

...Ya imaginaste ese nuevo planeta, ahora vamos a construirlo, ¿no?; comencemos por conquistar la paz hoy machacada por los señores que aquí y allá se regodean con la guerra...




Volviendo la vista al siglo que hoy termina puede verse antes que nada un cúmulo inmenso de desarrollos tecnológicos: el tránsito de la sociedad que se movía en carruajes a la que circula hoy en las supercarreteras de la red.
Las ciudades se masificaron; crecieron los satisfactores de consumo, mas no la claridad para comprenderlos. El hambre y el descontento (particularmente de los jóvenes, sector sensible a la ausencia de futuro) también crecieron.
La sociedad perdió la brújula. Las enfermedades de la sociedad de consumo comenzaron a privar: depresión, afecciones cardiacas, obesidad y su hermana la anorexia, narcotización, tabaquismo y otros ismos, sida, y un vasto etcétera.
¿Y los valores?
Comenzamos a clonar seres antes de preguntarnos si esto es en bien del ser humano o no. Nos metemos en la casa del vecino por la red sin su consentimiento. El Estado al tiempo que adelgaza en su procuración de bienestar sofistica su capacidad de vigilancia; a veces se alía con el crimen y combate con más denuedo al pensamiento libre, que a las conductas antisociales.
¿Y los valores?
Más de dos mil años hubimos de andar por los caminos para aprender a que tenemos que tolerar, a respetar al otro lo que queremos que se nos respete a nosotros mismos, a defender los derechos de los otros, mujeres y hombres.
Los conceptos de hombre, democracia, derechos humanos, ciudadano, los heredamos de la Revolución Francesa; pero ésta cumplió ya más de 200 años. Hoy es necesario fundar un nuevo concepto para todos los seres que habitamos la tierra. Una nueva forma de englobar a los que hasta hoy en su diferencia se ha disminuido: los pobres, los aborígenes, los desvalidos, los niños, los ancianos, las mujeres. Se requiere de un nuevo concepto en el cual subyagan los mismos derechos humanos para todos, aún conservando las diferencias (de sexo, de raza, de religión, de habilidades), un concepto que por lo pronto no sea sexista como el de: hombre.
Mirando al siglo que hoy fenece, podemos ver que nuestros filósofos hicieron grandes obras del espíritu, en la ciencia, muchas de ellas en la plástica, en el cine, en la música, en la literatura y no tanto en los campos poco fértiles de la reflexión filosófica.
Los pensamientos más libertarios como los de dirimir en paz los conflictos, quitar las ataduras que impedían amarse; la igualdad, la defensa de la naturaleza, la finalización a la opresión de las mujeres... confluyeron por primera vez en mucha gente a lo largo y a lo ancho del mundo a finales de los sesenta (entre 59 con la revolución cubana, pasando por el mundial 68, hasta 73 con el golpe militar en Chile, por ponerle algunas acotaciones un tanto arbitrarias) cuando el sueño terminó. Los filósofos se armaron de guitarras, de poesía y se lanzaron al mundo.
Uno de ellos, sin duda símbolo de la década que marcó al siglo que hoy termina fue John Lennon. En él se condensan los mejores mensajes de tantos y tantos jóvenes de todo el orbe, que sólo buscaron realizarse en el trabajo y con sus seres queridos, con honestidad y sin marginarse de la obra del hombre, es decir, de la cultura.
Primero con los Beatles abanderó la revolución musical (y conductual) del siglo XX. Luego, como solista dio continuidad a la búsqueda de un nuevo mundo: “el país conceptual llamado Locutopía”, el cual carecía de fronteras, de Estado y del que las personas adquirían ciudadanía sólo por así desearlo.
Su papel, de alguna manera encierra y proyecta los mejores años del siglo pasado: los sesenta. Nuestra ciudad, que hoy posee monumentos y plazas dedicadas al francés Víctor Hugo, al alemán Alexander von Humboldt, no quedaría completa sin el inglés, habitante de un mundo para todos: John Lennon.
De ahí que hace 20 años un grupo de poblanos le hiciera un homenaje y nombrara al costado del edificio Carolino (en el Centro Histórico de Puebla): “Plaza John Lennon”, como se le ha conocido desde entonces; propuesta que este año se oficializó:

En el cruce de los siglos, el 8 de diciembre del 2000, cuando nos reunimos para hacer este homenaje a John Lennon vislumbrábamos un mundo en el que los derechos humanos podrían llegar a todos sus habitantes: norteños o sureños, occidentales u orientales, negros o blancos, indígenas campiranos o aborígenes de las urbes...; a todos insisto: mujeres, niños, ancianos; no sólo a los hombres primermundistas que tuvieran trabajo fijo y salario digno...
Imagina
Lennon, habitante de un mundo para todos


El inicio de este siglo y del milenio nos azotó la puerta en las narices: terror, guerra: aviones usados como misiles, misiles contra los aviones y contra los pueblos; rencores, odios, fundamentalismo, intolerancia, mercado, dinero...
Tales horrores redimensionan el mensaje de Lennon: la posibilidad de un mundo de iguales, para ser compartido; un mundo en el que ninguna razón, ninguna creencia, ninguna idea convoquen a matar o a hacerse matar: ni religiones, ni fronteras, erradicar que alguien pueda morir por hambre o explotación.
Sustituir al ser humano por el ser hermano, construir un mundo para todos, del que todos disfrutemos. Sin fronteras a la diferencia, al otro; respetándole su cultura —en tanto él como nosotros respete los derechos humanos de los demás—, ése es el legado siempre actual de John Lennon, y lo resume en uno de los más grandes cánticos del siglo XX, resumen de sus heroicos (y derrotados) años 60:



Imagina que no existe el paraíso
—inténtalo, no es difícil—sin infierno bajo nuestros pies
y encima, sólo nubes, cielo

Imagina a toda la gente
viviendo el aquí y el ahora (ah, ja, ja ajá)

Imagina que no hay patrias
—no cuesta trabajo hacerlo—
nada por qué matar o dejarse morir
ni siquiera por las religiones

Imagina a toda la gente
viviendo su vida en paz (ah, ja, ja ajá)

Dirás que soy                un soñador
pero no soy el único
espero que           te nos unas
para construir un mundo diferente

Imagina que no hay posesiones
—sé que puedes hacerlo—
sin necesidad de acumular ni de pasar hambre
La hermandad de la humanidad

Imagina que todos, todos
pudiéramos compartir el mundo

Dirás que soy                un soñador
pero no soy el único
espero que           te nos unas
y hagamos un mundo para todos.

(Versión/MM)

...Ya imaginaste ese nuevo planeta, ahora vamos a construirlo, ¿no?; comencemos por conquistar la paz hoy machacada por los señores que aquí y allá se regodean con la guerra...




Volviendo la vista al siglo que hoy termina puede verse antes que nada un cúmulo inmenso de desarrollos tecnológicos: el tránsito de la sociedad que se movía en carruajes a la que circula hoy en las supercarreteras de la red.
Las ciudades se masificaron; crecieron los satisfactores de consumo, mas no la claridad para comprenderlos. El hambre y el descontento (particularmente de los jóvenes, sector sensible a la ausencia de futuro) también crecieron.
La sociedad perdió la brújula. Las enfermedades de la sociedad de consumo comenzaron a privar: depresión, afecciones cardiacas, obesidad y su hermana la anorexia, narcotización, tabaquismo y otros ismos, sida, y un vasto etcétera.
¿Y los valores?
Comenzamos a clonar seres antes de preguntarnos si esto es en bien del ser humano o no. Nos metemos en la casa del vecino por la red sin su consentimiento. El Estado al tiempo que adelgaza en su procuración de bienestar sofistica su capacidad de vigilancia; a veces se alía con el crimen y combate con más denuedo al pensamiento libre, que a las conductas antisociales.
¿Y los valores?
Más de dos mil años hubimos de andar por los caminos para aprender a que tenemos que tolerar, a respetar al otro lo que queremos que se nos respete a nosotros mismos, a defender los derechos de los otros, mujeres y hombres.
Los conceptos de hombre, democracia, derechos humanos, ciudadano, los heredamos de la Revolución Francesa; pero ésta cumplió ya más de 200 años. Hoy es necesario fundar un nuevo concepto para todos los seres que habitamos la tierra. Una nueva forma de englobar a los que hasta hoy en su diferencia se ha disminuido: los pobres, los aborígenes, los desvalidos, los niños, los ancianos, las mujeres. Se requiere de un nuevo concepto en el cual subyagan los mismos derechos humanos para todos, aún conservando las diferencias (de sexo, de raza, de religión, de habilidades), un concepto que por lo pronto no sea sexista como el de: hombre.
Mirando al siglo que hoy fenece, podemos ver que nuestros filósofos hicieron grandes obras del espíritu, en la ciencia, muchas de ellas en la plástica, en el cine, en la música, en la literatura y no tanto en los campos poco fértiles de la reflexión filosófica.
Los pensamientos más libertarios como los de dirimir en paz los conflictos, quitar las ataduras que impedían amarse; la igualdad, la defensa de la naturaleza, la finalización a la opresión de las mujeres... confluyeron por primera vez en mucha gente a lo largo y a lo ancho del mundo a finales de los sesenta (entre 59 con la revolución cubana, pasando por el mundial 68, hasta 73 con el golpe militar en Chile, por ponerle algunas acotaciones un tanto arbitrarias) cuando el sueño terminó. Los filósofos se armaron de guitarras, de poesía y se lanzaron al mundo.
Uno de ellos, sin duda símbolo de la década que marcó al siglo que hoy termina fue John Lennon. En él se condensan los mejores mensajes de tantos y tantos jóvenes de todo el orbe, que sólo buscaron realizarse en el trabajo y con sus seres queridos, con honestidad y sin marginarse de la obra del hombre, es decir, de la cultura.
Primero con los Beatles abanderó la revolución musical (y conductual) del siglo XX. Luego, como solista dio continuidad a la búsqueda de un nuevo mundo: “el país conceptual llamado Locutopía”, el cual carecía de fronteras, de Estado y del que las personas adquirían ciudadanía sólo por así desearlo.
Su papel, de alguna manera encierra y proyecta los mejores años del siglo pasado: los sesenta. Nuestra ciudad, que hoy posee monumentos y plazas dedicadas al francés Víctor Hugo, al alemán Alexander von Humboldt, no quedaría completa sin el inglés, habitante de un mundo para todos: John Lennon.
De ahí que hace 20 años un grupo de poblanos le hiciera un homenaje y nombrara al costado del edificio Carolino (en el Centro Histórico de Puebla): “Plaza John Lennon”, como se le ha conocido desde entonces; propuesta que este año se oficializó:


 



 

 

Plaza John Lennon

(situada a un costado del edificio Carolino de la Universidad Autónoma de Puebla, en la 3 oriente, entre la 4 y la 6 sures).




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