miércoles, 26 de abril de 2017

Mi vida con Gramsci


Como el cuadro “La noche estrellada” de Vincent Van Gogh o como la música de los Beatles (o las canciones-poemas de Jim Morrison, las desgarradas y emocionales de Janis Joplin, y muchas otras, desde Led Zeppelin hasta José Alfredo Jiménez cantado por Lucha Villa o Lola Beltrán), o las desventuras de Kafka y Dostoyewski, o los cocteles de camarones o los tacos al pastor… desde que atisbé a Antonio Gramsci nunca más salió de mi vida; como tampoco lo hicieron Einstein, Picasso, Bernardo Bertolluci, José José, Pepe Carvallo y Carlos Marx, por señalar algunos pocos ejemplos.
Como mi madre, siempre estuvieron por ahí; a veces sermoneándome, otras compadeciéndome, a veces reconfortándome, mas siempre mostrando caminos. Pero, los de Gramsci junto con los de Marx, y quizás los de Lennon, me dieron anclas para sobrevivir y, junto con el amor, alas para intentar vivir; formaron una especie de esponja que me posibilitaba seguir absorbiendo sentimientos, conocimiento, saber. Y ¿cuánto hay que saber? O mejor, ¡cuánto hay que saber!

A mediados del 73 ingresé a la Facultad de Ciencias de la UNAM y pocos meses después a la inconformidad estudiantil y por consecuencia, aunque no obligada, un año o dos más adelante al Partido Comunista Mexicano.
Para el 75-77 tomaba yo casi tantas materias en las facultades de Filosofía y Letras y de Economía como en la de Ciencias.
Asistí a varios seminarios de “El Capital”, tomé clases de Materialismo Histórico y Dialéctico (así se llamaron entonces) y con varios compañeros fundamos el Seminario “Ciencia y Sociedad” en nuestra facultad, con el apoyo de grandes estudiosos como Tomás Brody, Luis de la Peña, Ana María Cetto, Elí de Gortari, Enrique e Ilán Semo, y que luego coordinaron, por cierto, el exrector de la Universidad Autónoma de Guerrero, Rosalío Wences Reza y el actual rector de la Universidad de la Ciudad de México, aquí presente, Manuel Pérez Rocha.
Sin embargo, fue hasta la aparición de la revista Socialismo, número 2, en la que el compañero Matatías y yo nos encontramos en un texto (creo que de Gerardo Unzueta) con el concepto “sociedad civil” --hoy de uso muy común, pero entonces, un enigma--, y que tomé la materia de “Filosofía política” con Carlos Pereira, que comencé a escuchar leves referencias al filósofo italiano.
La editorial del Partido Comunista Mexicano, Ediciones de Cultura Popular, si mi memoria no me engaña, publicó: Gramsci teórico de las superestructuras y El partido político en Gramsci; el primero, un ensayo sobre el intelectual orgánico de Jacques Texier, el segundo, algunos textos de los Cuadernos de la Cárcel de Antonio Gramsci, traducidos del italiano, relativos al partido político.
Ya interesado, no como académico sino como militante de izquierda, en el pensamiento del comunista italiano, encontré una edición de bolsillo de Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno, en el que pudimos resolver el enigma de la sociedad civil e interesarnos por otras ideas de Gramsci, como las de la “Correlación de fuerzas”. Nos toca, entonces, por unos meses encabezar la instalación de una escuela de cuadros del partido en el Valle de México, en la que Dora Kanoussi[1] y Javier Mena, entre otros, son entusiastas maestros. Recordemos que en ese entonces pertenecer al Partido Comunista era perseguido como delito en México; eran tiempos de la Guerra Sucia, en los que yo mismo fui secuestrado (pero esa es otra historia y como dice Laura Esquivel, tendrá que ser contada en otra parte).
Para ese entonces tomaba y daba seminarios sobre el Manifiesto comunista, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, y hasta sobre algunos capítulos de El Capital que emparentaban con el Por dónde empezar y el Qué hacer? de Lenin. También leíamos a Marcuse, a Cooper y a Basaglia, además de los manuales de física y matemáticas, entre muchos otros, y no dejaba de tratar de entender a mi guitarrista favorito: Jimy Hendrix y a los grupos Pink Floyd y King Crimson, pese a intentar ser asiduo de las peñas y del canto folklórico y contestatario latinoamericano. Pero, bueno, no se trata de mi biografía; sobre la intensidad de mi vida de entonces, son apuntes muy a la ligera.
En esos tiempos, por alguna razón premonitoria quizás, Dora Kanoussi me regaló El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce en la edición (supongo entonces muy reciente) de Juan Pablos, correspondiente a la italiana de Togliatti. Pese a que estudiaba prácticamente las obras de Marx y Engels, al mismo tiempo que las de Lennin; Gramsci se me hizo vicio. Por ese entonces, en materia de filosofía política Louis Althusser era la moda. El debate se deba entre estructuralistas y sus detractores.

Para finales del 78 y luego de haber paseado por una Europa muy desencantada, habiendo sustituido los estudios de las ciencias por los de la ciencia política, de regreso en México, ya inmerso en una juvenil adicción gramsciana, caigo en Puebla en los albores del 79 atraído como muchos otros por el proyecto de “Universidad democrática, crítica y popular”, que lideraban los comunistas bajo la rectoría del ingeniero Luis Rivera Terrazas.
Ahí encontré que habían llegado muchos intelectuales escapando de las hordas dictatoriales de otros países de América Latina. Argentina había tenido una muy interesante producción editorial: los “Cuadernos de pasado y presente” daban cuenta de debates muy actuales. Hay que recordar que no había Internet, vamos, ni fax ni fotocopiadoras… y traducir y editar un libro podía llevarse más de un par de años. En unos de esos Cuadernos, por ejemplo, me convencieron el humanismo y el historicismo de Gramsci frente al estructuralismo de Alhtusser o al determinismo estalinista.
Todos estos debates eran encaminados en Puebla por José Aricó, Óscar del Barco, el uruguayo Héctor Bruno, Juan Carlos Portantiero, Óscar Correas --en materia de derecho--, el chileno Jaime Massardo, el haitiano Gerard Pierre Charles y algunos otros, además de los profesores mexicanos. El debate en torno al Eurocomunismo hizo también circular muchas versiones variadas de los pensamientos europeos. La Escuela de Frankfort se mostraba como una de las mejor libradas.
Los Cuadernos de Filosofía y Letras (dirigidos por Óscar del Barco) y también, aunque en menor medida, la revista Crítica, órgano oficial de la Universidad Autónoma de Puebla, que elaboraban Humberto Sotelo y Ana María Magaldi, dan cuenta de algunos de estos debates.
Pero no es sino hasta la llegada de Javier Mena, en 1981, para contribuir a la fundación de la Escuela de Antropología que se sistematizan los estudios sobre Gramsci. Él inicia simultáneamente dos seminarios, uno, sobre Gramsci (para obtener la metodología de análisis, “los cánones de investigación histórica” y política) y el otro, sobre la formación económico-social mexicana (es decir, la historia de México, analizada desde esa perspectiva gramsciana, sumergiéndose profundamente en la historiografía).
Luego de un sabático de Javier Mena en Italia, en 1983, pasado junto con Dora Kanoussi y una vez familiarizado con el idioma de Antonio Gramsci, de la mano de la publicación en italiano de los Cuadernos de la Cárcel en la edición crítica del Instituto Gramsci, a cargo de Valentino Guerratana, tuvimos que desechar los viejos libros de la editorial Juan Pablos, que correspondían a la selección de Togliatti, para pasar a cotejar con el original en italiano. Este análisis y ordenamiento de los Cuadernos fue sin duda para nosotros un salto cuántico en los estudios gramscianos, mucho tiempo antes de ser editados en español.
Los analistas de Antonio Gramsci lo habían hecho pasar por ser considerado de varias maneras: el alumbrador del “intelectual orgánico”, el analista del “folklore y las culturas populares”, el “teórico de las superestructuras”, el “teórico del Estado, suma sociedad civil-sociedad política”, el del principio de “hegemonía”, que si es económica no puede no ser política y viceversa, y, por tanto, también ideológica
Apenas se vislumbraba el del “bloque histórico” entre estructura y superestructura; que también cobra cuerpo entre clases y grupos sociales.
El americanismo y la globalización quedaban para un poco más adelante.
Para entonces la vida había dado muchas vueltas. La izquierda universitaria en Puebla entraba en crisis por agobio económico del gobierno y por no tener la claridad suficiente de ver hacia dónde ir. El Partido Comunista –luego de una breve etapa legalizado-- dejaba de existir fusionado con otras fuerzas para dar origen al Frente Democrático Nacional, encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas, al que según las versiones de todos los partidos de oposición, incluyendo el de derecha, el PAN, hoy gobierno, le arrancaron el triunfo en 1988 mediante un fraude electoral. (Análisis que también incluye Gramsci libro 5, pág. 81)
Los seminarios, por cierto se llamaban “Talleres”, de Gramsci y de la Formación económico social mexicana, pasaron dos años de intensos trabajos y dieron por resultado una interpretación de la historia mexicana (en la que ese proceso de revolución restauración iniciado con las luchas de Independencia de 1810, con una nueva oleada revolucionaria dada por el movimiento de Reforma y los subsecuentes impulsos de la Revolución Mexicana y el Cardenismo, no había logrado aún el cambio civilizatorio completo, la reforma moral e intelectual que colocara a México a la par de las democracias capitalistas occidentales. En todas esas sacudidas las soluciones fueron gatopardistas (“Que todo cambie, para que todo siga igual”) en las que no triunfaron ni Hidalgo ni Morelos, ni Juárez ni Comomfort, ni Villa ni Zapata, sino la restauración imperial, el Porfiriato y la Revolución Institucionalizada o el Partido de Estado).
El Taller sobre Gramsci, logró en algo difundir su pensamiento entre los grupos de alumnos que lo cursaron y, de rebote, tocó a otros maestros. Se analizaron sus obras y las de algunos de los especialistas en ella, como Guisseppe Vacca.
Ahí concluimos en la dificultad de esquematizar o manualizar el pensamiento tan concreto, es decir, sistémico, que pasaba de la economía a la política y a la filosofía (se “traducía”; es decir, un significado económico, tenía también un significado político e incluso un significado filosófico y viceversa –pero no de manera mecánica--); esto en sus interconexiones momentáneas, según el análisis de situaciones históricas concretas (y también políticas, entendidas éstas como historia en acto).
El análisis de los procesos reales de Revolución, de sustitución de una civilización por otra, construida sobre nuevos principios hegemónicos, como la Revolución francesa (la clásica), el Risorgimiento italiano, la llamada vía jünker de los alemanes y la Revolución industrial inglesa, con sus oleadas revolución-restauración, que tardaron más de un siglo en conseguir sus objetivos, financiados en gran medida con el saqueo de las colonias en África, Asia, América Latina, etcétera. (Gramsci continuamente recuerda las palabras de Engels: “Ninguna sociedad puede plantearse objetivos que no esté lista para resolver”).
Para este esfuerzo ya se había aunado con decisión la revista Dialéctica, de la Escuela de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Puebla, con el trabajo de codirección del filósofo Gabriel Vargas Lozano, quien contribuyó con entusiasmo intelectual al debate y la divulgación del pensamiento gramsciano.
Parte de los estudios realizados quedaron plasmados en dos libros muy interesantes: El concepto de Revolución pasiva en Gramsci, de Dora Kanoussi (quien es profesora visitante en la BUAP) y Javier Mena (el titular de la materia). Y Gramsci y la Revolución francesa (textos de los Cuadernos de la cárcel, seleccionados y traducidos por Mena, con motivo del bicentenario de la revolución más clásica y mejor estudiada históricamente, la francesa).
En el primero, en términos teóricos, en el segundo, en tanto constatación histórica, se ponen en movimiento el conjunto de los conceptos planteados en la concepción gramsciana: Revolución-restauración; dialéctica de Estructura y superestructura y su síntesis superior: el Bloque histórico; lucha de clases y Hegemonía; dialéctica sociedad política-sociedad civil, igual a Estado; intelectuales, transformismo, intelectuales orgánicos, ideologías… Revolución cultural, Reforma moral-intelectual, Cambio civilizatorio.
Luego comenzó la larga tarea de publicar los seis volúmenes de los Cuadernos de la cárcel en la versión del Instituto Gramsci, encabezados por Valentino Gerratana, en español, la cual según solapas arrancó en 1981 y se completó hasta 1999-2000, gracias al empuje de Dora Kanoussi y a la colaboración de mucha gente, en especial a los sellos editoriales de la Universidad Autónoma de Puebla y la editorial ERA y especialmente a la sección mexicana del Instituto Gramsci.
Dos libros más habrían de sumarse, en ayuda al conocimiento de Gramsci el hombre y de su obra: la biografía de Antonio Gramsci, de Guisseppe Fiori y las Cartas desde la cárcel (2003), que fueron publicados con la colaboración de las instituciones señaladas.
Por mi parte, como ya expliqué al inicio, hace poco más de 15 años me metí a la chinga de iniciar un periódico que fuera ético, plural y democrático todavía en tiempos del Estado de partido único, de PRI-gobierno y, en Puebla, bastión de una prensa sometida, así que sólo he mantenido desde entonces relación mínima con las aulas, dando conferencias esporádicas, coordinando talleres de periodismo y talleres literarios, de los que han salido por cierto buenos reporteros y excelentes novelas y libros de cuentos y poemas.
Así que, insisto, no consideren ésta como una intervención académica, sino, en el mejor de los casos, como una muestra de cómo en lo individual puede uno, y lo debe, cambiar los principios éticos y políticos y --no sin sacrificios claro, o mejor, sin aparentes sacrificios--, actuar coherentemente con ellos.
Este es un mensaje para los jóvenes estudiantes: no se vendan.
No hagan locuras dogmáticas e irracionales, no dejen de hacer lo que les gusta (mientras no dañen a nadie, ni pasen por encima de los derechos de otros); pero no se vendan.



DORA KANOUSSI
Dora Kanoussi nació en Grecia. Es antropóloga y estudiosa de Antonio Gramsci así como del feminismo teórico. Actualmente trabaja como investigadora en el posgrado del Instituto de Ciencias y Humanidades de Puebla, México.
Es autora de numerosos libros y artículos sobre la vida y obra de Antonio Gramsci, y ha sido invitada a congresos celebrados en diversos países. Es una de las mayores expertas a nivel mundial sobre la figura del pensador italiano.
Algunos de sus libros (la mayoría publicados por la BUAP y Plaza y Valdés) Notas sobre el maquiavelismo contemporáneo; Una introduccion a los Cuadernos de la cárcel; Subjetividad y cultura 17; La crisis en el mundo de hoy; Gramsci en Río de Janeiro; Estudios gramscianos hoy; Gramsci en América.

No hay comentarios:

Publicar un comentario