Janis Joplin, antes que nada fue un ser humano. Una artista inédita, inusual que cimbró con su voz rasposa y dolorida la conciencia y el corazón de millones de personas. Fue una mujer que, no en teoría, sino en la práctica, impuso su libertad pese al costo que le significara. Cantó a la libertad y vivió libre como un ave frágil en una gran ciudad.
Su propia vida, su soplo vital que le permitía mover sus cuerdas vocales y cantar y que le impulsaba a bailar, pateando el piso para incitar a los asistentes a amotinarse, era el vehículo de protesta, el ariete de su malestar por el mundo.
Su sexualidad la esgrimía como un reto a las buenas y conservadoras conciencias norteamericanas (como la de su Texas nativo, que la expulsó). Sus excesos con el alcohol y alguna otra sustancia, eran también una denuncia. Como escribió la doctora Cecilia Conde:
“Janis supo vivir plenamente su situación y presentarse como una provocación permanente contra lo establecido y, sobre todo, contra la represión sexual. Los decentes la señalaban como sucia, drogadicta, alcohólica y ‘destrampada sexual’, y ella efectivamente lo era, aún más de lo que ellos pensaban. Permitir que la imaginación fluyera más allá de los diques de la ‘moral’, esto fue lo que ella representó y por esto era peligrosa e indecente. Fue como los travestis que no asumen pasivamente el papel que la sociedad les da, sino que lo desbordan, provocando así el escándalo, la envidia y, por supuesto, la soledad, tema recurrente de las canciones de Janis.”
"Aquí todo es soledad para mí…", dice en ese-rock rabeliano que canta y toca junto con los Big Brother and the Holding Company, “All is lonlyness”.
Soledad de quienes no se sujetan a las reglas sexuales establecidas, que exhiben abiertamente una sexualidad diferente:
“…Me decían: ‘Tan pronto crezcas y encuentres al hombre adecuado, o puedas acostarte con alguien de tu agrado, o consigas un poco de mota, verás que todo estará bien’ –cuenta Janis—; pero pasaron los años y finalmente me doy cuenta de que eso no está bien, de que nunca va a estarlo y que siempre, hagas lo que hagas, algo irá saliendo mal.” Y concluye la doctora Conde:
“¿Cómo fue –podría uno preguntarse—que la Sociedad y las Buenas Costumbres estadunidenses la ‘toleraron’? De hecho no lo hicieron. Quienes tenían la necesidad de Janis (y de toda esa generación de rocanroleros) eran los jóvenes destinados a preservar esa sociedad y esas buenas costumbres, los que serían enviados a Vietnam, los que tenían que construir la tecnología y el arte de un mundo agresivo, dominante y profundamente destructivo. Esa generación de jóvenes quería volverse hippie, contestataria, rebelde, sexualizada. Ellos mismos son los que, a casi veinte años de la muerte de Janis, han impedido que experiencias como la de ella sean anuladas o asimiladas.”
Mariano Morales. (1990). Janis Joplin: de noche y con razón. En Locutopía: Crónica, poesía y música del rock(104). México, D.F: Grupo Editorial Eón.
Mariano Morales. (1990). Janis Joplin: de noche y con razón. En Locutopía: Crónica, poesía y música del rock(104). México, D.F: Grupo Editorial Eón.

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