martes, 22 de noviembre de 2016

PINK FLOYD APUESTA NUEVAMENTE A LA PAZ


En julio de 1982 Maradona y compañía dejaban fuera las aspiraciones de los argentinos de conquistar de nueva cuenta el mundial de futbol1; un mes antes, Margaret Thatcher (Maggie según Pink Floyd: “Oh Maggie, Maggie qué hemos hecho”) truncaba la aspiración de latinoamericanizar las Malvinas. Entre julio y diciembre de ese mismo año, Pink Floyd se metió a los estudios a grabar su más reciente -y aparentemente último— álbum (aunque fuera comercializado hasta el siguiente año, y en México hasta diciembre de 1983).
A partir aproximadamente de El lado oscuro de la luna, el grupo inglés, principal exponente del rock progresivo, nos ha acostumbrado a esperar un par de años por sus entregas; sin embargo, aún no habíamos terminado de digerir La pared (el filme),2 cuando Pink Floyd nos bombardeó con su anti atómica: The final cut (CBS-Columbia Internacional, c/s-5784, México, 1983).

Un réquiem para el sueño de posguerra
(A requiem for the post war dream)

El anterior es el subtítulo del disco; y su comienzo. Al final de la Segunda Guerra hubo ingleses que no regresaron (como Eric Fletcher Waters, a quien está dedicado el disco), sin embargo en todas las ventanas ondeaban banderas recibiendo a los que volvían. Las banderas no saludaban solamente a las personas sino, sobre todo, al fin de la guerra, es decir, a la paz: este fue el verdadero sueño de posguerra, el que hoy vemos morir.
 Para el Pink Floyd, las Malvinas, Beirut y Afganistán demuestran lo anterior. Obviamente Grenada y el asedio en que vive Centroamérica bajo la amenaza Reagan son sólo una confirmación más.
En la película La pared se muestra cómo, a diferencia del nuestro, el trauma de la guerra en los países que se vieron envueltos no ha suturado. Pero ahora no se trata de recuerdos, de heridas que no cierran, sino del presente y del porvenir. La amenaza -de la cual el filme Un día después es sólo una leve conjetura- es un presente, para todos  los países que tienen bases militares gringas o atómicas emplazadas: no es, pues, el trauma de la ausencia paterna, como en la película del Pink, sino el del fin de todo lo que existe, una amenaza dolorosa.

1 A finales de1 1986, hay que decir que en Argentina se ha derrocado al gobierno militar, que formalmente ganaron la copa del mundial México 86 y que de nueva cuenta empiezan las disputas por las Malvinas y las zonas pesqueras de sus alrededores...
2 En el rock existe una tradición que ha hecho confluir diversas formas de expresión artística; Jim Morrison, por ejemplo, conjuntó poesía, teatro-happening y un mensaje plástico con la música; Pink Floyd, junto con los Who, son quizá la mejor fusión cine­ rock.


¿Será que miré demasiada TV?
(Did I watch too much TV?)

Un día después, la película hecha para televisión que tanto ha impresionado, si bien por la vía de los horrores de la guerra promueve en contraposición una conciencia pacifista, también, al colocar la dimensión del poder y sus decisiones en una esfera por completo ajena a todo individuo, provoca, a mi modo de ver, un cierto escepticismo y, posiblemente, desarma cualquier voluntad de intervención pacifista. A diferencia de ésta, el grupo de rock inglés promueve la acción directa de los ciudadanos al satirizar, por ejemplo, a quienes ven las cosas con mirada paranoica:

Cósete la boca, no dejes resbalar el escudo
empuña otra vez tu máscara a prueba de balas
y si ellos tratan de romper tu disfraz con sus preguntas
tú puedes esconderte, esconderte, esconderte
bajo esos ojos paranoicos.
Todos éramos iguales al fin

(We were all equal in the end)
El movimiento punk se planteó como una vuelta a la ingenuidad -en el mejor sentido- del rock; entre muchas cosas, se estructuró como una respuesta a las frías y calculadoras máquinas del rock progresivo (donde ocupa un lugar primordial el Pink Floyd). El punk tendrá entre sus aportes un cierto refrescamiento del ambiente; sin embargo, hoy sabemos que no pudo mantener espontaneidad e inocencia, de tal manera que ya es un movimiento muerto. En cambio la afrenta del progresivo en sus mejores manifestaciones, como es el caso del grupo que nos ocupa, se mantiene vivo y actual. El corte final es prueba de ello.
La música se mantiene en la línea de La pared si bien parece más sencilla, más pura. Aunque se acompaña por la Orquesta Filarmónica Nacional, en ningún momento suena grandilocuente o pretenciosa.
Además la filosofía es más clara y directa:“The final cut” (El último corte) tiene dos filos: o acabamos con “Los elegidos” (One of the few) o ellos acabarán con todos nosotros. Habrá que construir una “casa (‘The Fletcher Memorial Home’) para reyes y tiranos incurables”, donde “ellos puedan pulir sus medallas y afilar sus sonrisas, y entretenerse solos jugando a ratos: boom-boom, bang-bang, cáete estás muerto’’.
O bien llega este “Último corte” o sobreviene el desenlace que nos hará iguales al fin:

Mientras el parabrisas se funde
y mis lágrimas se evaporan
dejando solo carbón por defender
finalmente comprendo
los sentimientos de los Elegidos:
cenizas y diamantes
amigos y enemigos
todos éramos iguales al fin.

Así Pink Floyd retoma una de las vertientes más poderosas del movimiento-rock: la lucha por la paz; bienvenida.

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